lunes, 22 de noviembre de 2010

Que rime




Cuando algo empieza como empezó lo nuestro, sólo hay dos posibilidades: Que acabe fatal, o que acabe genial. Que rime. Fatal, Genial. Que rime. Lo nuestro, por supuesto, ha acabado genial. O a empezado, más bien. Termina para empezar. Algo así como el embarazo y la vida. O como la vida y la vida eterna. Qué lío. Tú y yo lo entendemos, creo, y eso es suficiente.  
Y funciona tan bien porque es una relación muy intelectual. Intelectual. Genial. Que rime. Una relación de manos, de ojos. De tacto, de miradas. Una relación de paseos, de tomar fotografías con réflex analógicas. De risas, de dolores de cabeza. ¿Dolores de cabeza? Dolagial. Dolagial, Intelectual, Genial. Que rime.


Ahora toca eternizarlo, suavizar los accidentes costeros, tranquilizar los desatinos.
Para siempre. Para nunca más.

martes, 9 de noviembre de 2010

La noche granaína

Hay mucho de ti 
en el fresco
de la noche granaina.
En el viento,
en la lluvia aunque no llueve,
en los semáforos en verde
y en los escotes en ámbar.
Atención, curvas.
Atención, zurdas.

Hay mucho de ti 
porque no estás,
porque no duermo.
Hay mucho pero también faltas,
porque no estoy,
porque no duermes.

Se aferra la ilusión a lo soñado.
Granada, temblor, gran vía.
Granada, pasión, arden caminos.

Hay tanto de ti
en la noche granaina
que mejor será
empezar a disfrutar(te)

sábado, 30 de octubre de 2010

Sábado por la mañana

Es sábado por la mañana, con todo lo que eso implica. El dolor de cabeza, el leve ardor de estómago, las magdalenas con café instantáneo, y sobre todo, la incomodidad que provoca una extraña invadiendo mi mañana del sábado. He soñado contigo, después de todo. Abrazado a ella, pero he soñado contigo. Ahora las cosas se ven de otra manera. Será por la claridad del sol entrando por las ventanas.

-Oye... despierta. Despierta, que mis amigos están a punto de llegar. -No se despierta.

Y aquí estoy yo, emborronando una hoja de papel virtual mientras una petarda cualquiera de cuyo nombre no puedo acordarme, duerme en mi cama. Y mientras tanto, tú, a cientos de kilómetros de aquí, seguramente también frente al ordenador, seguramente escribiendo algo parecido a esto, echándome tanto de menos como de más me echabas hace escasamente un par de horas (igual que yo a ti).

Definitivamente, y por mucho que las sábanas de mi cama y la cara de satisfacción de la morena que las habita digan lo contrario, el sexo ya no lo es todo.

lunes, 25 de octubre de 2010

El mundo y el orden alfabético

Conocí a una chica hace cosa de año y medio, en una mesa redonda en la que se trataba la obra de Hemingway y la influencia que Cuba ejerció sobre ésta. Yo participaba en el debate y ella había acudido como espectadora. Durante la última parte de la sesión, en la que se entregaba un micro al público y se le permitía intervenir, ella no paró de hacer preguntas de una importancia temática relativa y una trascendencia a todas luces nula. Tanto, que no pude evitar imaginármela en un planeta con tres volcanes (uno de ellos inactivo), un cordero sin bozal y una flor.  Al acabar, la chica se me acercó y me comentó que no conocía la obra de Hemingway, pero que había leído al menos tres biografías de él. Y ahí fue cuando me enamoré de ella.
Me ofreció ir a tomar un café y no pude decir que no. Una semana después ya habíamos compartido la cama más veces de las recomendables, y quince días más tarde ya nos habíamos instalado el uno en la rutina del otro como si llevásemos años conociéndonos. Y tal vez ese fue el problema. Pasaban los días y sólo nos mantenía atados el sexo y nuestra mutua pasión por las novelas de Juan José Millás.
Pero en fin, hasta del sexo se cansa uno, y así, poco a poco, con la única excusa de Millás para nuestros encuentros, nos fuimos dando cuenta de que la soledad era precisamente eso. Después de casi once meses de conversaciones sobre Vicente Holgado, Elena Rincón, realidades paralelas, y hombrecillos que se esconden en los cajones de la ropa, me sorprendió una tarde intercambiando posturas con otra chica y aquello pareció dolerle más de lo esperado. O quizá fuese una excusa. La chica tenía bastante condición de excusa, así que no me extrañaría demasiado.

Y no sé, será por mi carácter melodramático, pero eso fue lo que más genial y poético me pareció de todo al fin y al cabo: Despechada, ella se apropió de mi orden alfabético, despojándome de la posibilidad de seguir escribiendo, anulando mi capacidad narrativa y sumiéndola en un completo caos, donde todas las letras andaban vagando sin sentido, unas debajo de otras sin una clasificación clara, todo manga por hombro, y yo, harto de sus devaneos emocionales, de sus constantes idas y venidas del dolor a la cordura, del placer a la locura, de su mente al mundo, de su mundo al mío, cansado de sus perpetuas intermitencias, decidí simbolizarlo todo en otra novela del gran Millás, y le devolví El mundo, su mundo, con todo lo que aquello englobaba.

Y desde entonces no he vuelto a saber nada de ella. Cuando los objetos dejen de llamarme quizá empiece a buscarla de nuevo.

lunes, 18 de octubre de 2010

Diálogo volátil

Dialogar con tus fotografías
no es menos placentero
que hacerlo contigo.

Eres una chica volátil, una
especie de teléfono con alas,
un jarrón de agua fría
bajo el sol de Agosto.

Eres una ilusa, ilusionista más bien,
que juegas a hacer desaparecer
mi sonrisa pendularmente,
al ritmo que marcan tus caderas.

Al fin y al cabo,
si mezclamos el tú
y el yo,
nos queda un simple
to y otro absurdo yú.

domingo, 17 de octubre de 2010

Tu lugar de apariciones

Sin tener en cuenta las concepciones espacio - temporales que reinan en el saber científico de nuestros días, te has presentado en mi mente esta mañana y me has invitado a tomar un helado, oferta que he rechazado en parte por miedo y en parte por piedad. Piedad de mi pasado, c'est a dire. Y luego has buscado consuelo en la televisión, que has encendido sin más permiso del que le corresponde a quien ha sido dueño de algo hasta hace bien poquito. Pero no te ha valido, y la has apagado pronto. Luego has buscado en la biblioteca pero nada te ha sido suficiente: Los mejores libros de mis estanterías, al igual que los mejores versos de mis poemas, se quedaron en Sevilla,  al lado de tu cama, encima de tu mesilla de noche y debajo de todas esas fotos que tenías rodeando tu vida, tu día, tu noche.
Decepcionada, has intentado besarme; pero entonces la radio ha empezado a escupir algo de Woody Guthrie y ya te he perdido la pista. Si quieres que charlemos, tu lugar de apariciones sigue disponible.

sábado, 16 de octubre de 2010

La vida

La vida es un flashback que se repite,
el convite de una boda de penalti,
un lobo que devora caperuzas,
una fábula que degenera con los años,
un apaño, un zurzido, una chapuza.

La vida es un barman que te replica,
el verdugo que mató a Roberpierre,
un crupiere que va con otro,
un engaño que envenena las mentiras,
un adios, un ataud, una locura.

La vida es una pena inmerecida,
una ruina, una deuda,
un batido de bilis y mercurio,
una injuria, una patraña, un cuento,
un invento de Satán, un pellizco del creador,
una lágrima, una tilde, un vómito.

lunes, 11 de octubre de 2010

Una carta equivocada

El mes pasado llegó una carta equivocada a casa y tuve la tentación de abrirla para desvelar su contenido. Algo me decía que dentro de ese sobre estaban todas las respuestas que llevaba años buscando. ¿Qué habría pasado si?, ¿cuándo fue que? ¿por qué al final no?. Pero como sabía que, además de inmoral, era ilegal, decidí vencer la curiosidad y ocuparme con otros asuntos.
Pasaban las horas, los días, y la carta, abandonada en un estante de la biblioteca, parecía mirarme con cierto asco, como compadeciéndose de mí, por no ser lo suficientemente valiente como para desnudar un trozo de papel. La curiosidad y la angustia de saber que no debía leer aquella carta no me dejaba conciliar el sueño ni una noche, y lo poco que dormía era para imaginar que la abría, sí, que al fin la abría y que era entonces testigo de la resolución de todos los grandes misterios de la humanidad. Otras noches me gustaba fantasear con la idea de que era una carta enamorada, parte de una correspondencia entre amantes, y que estaba llena de poemas y de frases hechas tópicamente bonitas.
Pero la curiosidad pasó poco a poco a convertirse en obsesión, hasta que esta mañana, después de ataviarme con la ropa de mi mujer (el destinatario de la carta era femenino) para disimular la culpa, por fin he liberado la angustia.

Si quieres saber lo que ponía, te espero en el café Elvira a las siete.

sábado, 2 de octubre de 2010

Ana en la sección de congelados

En la sección de congelados, entre los helados y las alitas de pollo, a veinte pasos de la leche semidesnatada y treinta y cinco del pan de molde, Ana siente en este preciso instante cómo el corazón, en un inexplicable ataque contra las leyes naturales, le trepa por la tráquea para posársele, tras unos segundos descansando en la garganta, en la sien. Se le acelera el pulso y las piernas le tiemblan. Los labios le vibran y los ojos se humedecen. Sus manos quieren decir sí pero opinan tal vez, o ya veremos. Las rodillas se ponen en huelga, el pelo hace lo posible por huir, y sus pechos, ah, sus pechos se encogen hasta hacerse diminutos, del tamaño de un guisante enano. La falda se vuelve negra y la blusa, gris. Los pensamientos se reorganizan, giran, revolotean, se enfurecen, alguno llora, otros bailan y todos se desorientan. ¿Qué hace aquí? ¿Cuándo ha llegado a la ciudad? ¿Por qué no me ha avisado? ¿Por qué iba a avisarme? Un momento... ¿Es él? Sí, claro que es él, no le ves, esa forma de vestir, esos pelos, a ver si se gira... ¿Pero qué hace en este supermercado, si siempre despotricaba de que era el más caro, el que menos derechos laborales ofrecía a sus empleados? Bueno, la gente cambia... Han pasado... ¿siete años? ¿ocho? No, tampoco tanto, creo que no llega ni a cinco... Pensándolo mejor creo que hace más de diez. Dios mío, si ya me había olvidado de él... Hace siglos que no viene a mi mente. Parece que se gira. No, mierda, ¡gírate! Ahí lo tenemos. Dios mío, es él. ¡Es él! Tengo que huir, no puede verme, no así, no aquí, no ahora, joder. ¿Qué carajo hace en la ciudad? ¿Cuándo habrá llegado? ¿No será que se ha instalado aquí? Lleva anillo. Se ha casado. ¿¿Se ha casado?? ¡Será mamón! Nos prometimos matrimonio el uno al otro, cap pas cap, inútil, ¿ya no te acuerdas? ¡Me dijiste casémonos y te dije cap! Putos juegos infantiles... Seguro que su mujer es una gorda. O al menos una frígida. O peor aún, seguro que su mujer jamás ha oído hablar de Solzhenitsyn, ni de Pasternak. Y mucho menos de Bulgakov. Y seguro que es de derechas. Cómo has cambiado, corazón. Te has vendido ante un par de tetas. Porque seguro que tiene las tetas más grandes que las mías. Tampoco es difícil, pero él decía que eran preciosas, que eran las tetas perfectas, que no eran ni demasiado grandes ni demasiado pequeñas. Pero yo sé que lo decía para animarme, porque siempre he tenido un poco de complejo. ¡Pero qué importa cómo tenga las tetas, si es una inculta! Siempre le has dado prioridad a la literatura rusa, ¿qué ha pasado? ¿Y ha tenido la poca vergüenza de venir aquí, a la ciudad donde nos conocimos, donde vivimos lo más intenso de nuestra relación, a instalarse con esa pelandrusca? ¿Habrá tenido hijos? Era su sueño, tener dos niñas. Yo prefería niño y niña, pero lo veía tan ilusionado hablando de sus dos futuras pequeñas, que me entraron ganas de que todo saliese como él quería, incluso por encima de las ganas que tenía yo de parir un varón. Seguro que ella es estéril. A lo mejor está aquí por negocios. ¿En qué trabajará ahora? No, no creo que esté trabajando. Al menos, no en un trabajo convencional. Nunca fue una persona convencional. Dios, me va a estallar la cabeza.

-¡Hombre, Ana, qué sorpresa!

A ver qué pasa

La memoria es un bien propio,
una querencia ajena,
un extravío de la sinrazón.

Y por eso, recordarte es pasearse como
Julio por su casa
por un libro de Cortázar,
asiendo y deshaciendo al antojo,
cerrando los oídos,
disimulando con la nariz.

Tu memoria es un espejo,
mi recuerdo un insolente;
Pídeles que no se amen,
ya verás,
ya,
a ver qué pasa.

viernes, 1 de octubre de 2010

Marzo en Madrid

Me quitaste las ganas de seguir
follando, me robaste la virtud
virtuosa de la pelvis y el parchís,
la receta del orgasmo y el cus-cús.

Me dejaste pelada la nariz,
como la cáscara de un altramuz,
vacío, como un pistacho sin abrir,
como unos ojos que no despiden luz.

Te costó retenerme junto a tí,
aceptar que era sexo sin calor,
me costó el llorar después de ti.

Te costó seis vidas aquel desliz,
gatita negra que me arañó,
y yo no volví en Marzo a pisar Madrid.

Cuando me suicide II

Cuando me suicide, amor,
guarda las fotos en las que salgo
debajo de la cama,
o detrás de los espejos,
o entre tu páncreas y mi hígado,
o mejor quémalas
a fuego lento,
mientras suena algo de Sabina,
y me tiras luego al río
y te tiras tú conmigo.

Cuando me suicide, amor,
introdúcete en mis fotos
y arrópame, acaríciame,
que me haces falta.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿No?

biffy clyro
laroux
muse
the hidden cameras
you slut!
be your own pet
mgmt
the king blues
frank turner
the wombats
the maccabees
christina rosenvinge
hypnotic brass ensemble
daft punk
justice

viernes, 30 de julio de 2010

Haikú desangrante

Tus finos labios
me rajan el corazón
a cada beso.

domingo, 25 de julio de 2010

Parejas

Esas parejas que salen del cine,
a veces él llorando,
a veces ella riendo,
esas parejas, esas,
las mismas que pasean por Betis,
las que se miran,
las que no necesitan mirarse,
esas parejas,
esas,

nos tienen envidia.

viernes, 23 de julio de 2010

Cubiertos

 
 
De todos los cubiertos que existen en el mundo, mi favorito es, sin ningún lugar a dudas, la cuchara. Es cierto que el rebelde tenedor, quien se niega a envejecer pese a su ya avanzada edad, tiene también su atractivo, por no hablar del cuchillo, tan elegante, tan señorial, con su alto sentido de la responsabilidad, siempre impolutamente rasurado... Pero no, es esa curvatura tan sensual a la que tanto le gusta penetrar en mi boca que tiene la cuchara lo que me vuelve loco.

martes, 20 de julio de 2010

Sonrisas

Lo que más le gustaba de ella era su sonrisa, porque tenía sonido. Incluso en fotos, esa sutil y linda mueca parecía hablar, contar historias, narrar batallas.

lunes, 19 de julio de 2010

Eyaculador precoz

Mi boli es eyaculador precoz:
Es pensar en escribir un poema
y ya se corre
toda la tinta.

sábado, 17 de julio de 2010

Eres una excusa

De la misma manera en que
los laboratorios
cocinan drogas juveniles,
tú,
en mi mente
(en el mar, quiero decir),
te has ido formando como un pez
masticable y paisajístico,
como una cortina de humo
de cigarro negro,
como un velo indiferente,
como una excusa,
como un pez,
como una excusa.

De la misma forma en que
la luz viaja,
igual, igual,
igual que una pandemia
de tristeza,
igual, igual,
te me apareces en los sueños.
Seria, callada, provocativa:

Eres
(o aparentas ser)
una excusa.

Un gesto desigual

El gesto de pensar no tiene cuerpo,
y si lo tiene,
es, seguro, desigual,
de formas oscuras,
o lo olvidé, o no lo supe,
o tal vez te vi en el autobús,
o quizá me saludaste.

Estoy enamorado de tu ombligo.

lunes, 12 de julio de 2010

Paula y sus bragas desgastadas

Desnuda sobre la cama, de rodillas y de cara a la pared, con unas bragas blancas y desgastadas como única cobertura para su piel, Paula lloraba, más bien gimoteaba, de una manera tan sensual como estremecedora, y sus dientes, que en otra época fueron joyas de coleccionista, se abrazaban unos a otros dentro de su boca buscando consuelo, encontrándolo o no, en los continuos lametazos que recibían de la lengua.
Hacía días que Julio no llamaba, que no aparecía por allí, que no se preocupaba por ella, su princesita de caramelo, su frágil y diminuta hada, y la angustia, el desasosiego o la ansiedad a la que Paula estaba tan desacostumbrada últimamente, concretamente desde que Julio llegó a su vida, a su cama mejor dicho unos meses atrás, volvía a aflorar por toda su geografía, incluidas las corvas de las rodillas, que era la parte favorita de Julio, donde más tiempo pasaba cuando se enfrentaban a una de esas batallas desenfrenadas y entusiastas, cuando se entregaban al bélico placer del todo o nada en un instante...

jueves, 8 de julio de 2010

Lugares

A medio camino entre el abrazo
y el reproche, en la frontera
del porqué y el quizá,
donde se hospedan las preguntas,
los silencios,
las esperas,
donde residen los poemas,
los intentos,
los tequieros.

¿Sabes dónde te digo?

Pues allí también miré,
y allí tampoco estabas.

domingo, 4 de julio de 2010

Cuando me suicide

Cuando me suicide, amor,
búscame en el pañuelo del mar,
en la diálisis,
en los cereales del desayuno.

Marca mi número de teléfono
y espera a que suene el contestador,
y entonces,
entonces,
deja un mensaje sugerente,
algo provocativo, pero no demasiado
no vaya a ser
que Dios exista
y se cabree.

martes, 29 de junio de 2010

No voy a dejarte sola una vez más

No vas a estar solo ni un minuto más. Ya sé que metí la pata un par de veces, una como amante y otra como amiga, pero a la tercera va la vencida, como dicen los ignorantes que tanto aman las frases hechas y los refranes. A la tercera va la vencida, y esta vez me pienso portar tal y como te mereces. No vas a tener que sentir que me necesitas ni una vez más porque no voy a separarme de ti ni un segundo. En lo sucesivo, y te advierto que hablo muy en serio, sólo vas a tener que silbar.

Al carajo los teléfonos, retomemos la telepatía.

lunes, 28 de junio de 2010

Y no sabe...

Y no sabe si le da igual, o si va a vomitar de rabia...

sábado, 26 de junio de 2010

Retales de Paula


A Paula no le gusta demasiado la gente. La gente es ruin, y angustiosa, y muy interesada, y es por eso por lo que jamás se ha atrevido a iniciar ningún tipo de relación emocional con ningún hombre, ni con ninguna mujer. Siendo adolescente tuvo un novio, al que acabó espantando con sus negativas sexuales, su precoz excentricidad, y con su exigencia intelectual. Y con sus obsesiones. Sobre todo con sus obsesiones. Pero luego nada de nada. Ni siquiera una amiga. Paula siempre ha huido de los afectos importantes.

viernes, 18 de junio de 2010

Bécquer y nosotros

A veces pienso que tú y yo somos poco más que una concepción temporal, una forma de comprender nuestro presente, o nuestro futuro. El pasado no, porque no es lo suficientemente homogéneo, ni lo suficientemente violeta. A veces pienso en ti como en una mentira que nunca dije, una nube con forma de nube, o un hielo de más en el cubata, y es entonces cuando lo entiendo todo. Como por arte de magia, o como si fuera consecuencia de un giro inesperado en la trama de esta novela que es vivirte, soy consciente de ti, de mí, de por qué no, de por qué sí, de nuestra ruptura, de nuestro reencuentro, soy de pronto consciente de tu lengua, de tu ombligo, de tu cintura de quinceañera metida a universitaria, y sobre todo, soy consciente de tus encías.
Por eso, y no por otra cosa, cuando te cojo de la mano, el tiempo parece pararse. Y digo parece por usar un verbo copulativo, porque sé que son tus favoritos. Sé que te gusta disfrazarte de verbo copulativo para copular conmigo, y aunque no lo entiendo (yo prefiero las interjecciones), me resulta algo sumamente poético.

Al fin y al cabo, la poesía no es sino otra forma de concebir el tiempo, y por eso es que Bécquer tenía tanta razón.

El arma del crimen

Me desperté sin conciencia y estaba toda la sangre por el suelo: los adjetivos, los adverbios, los pronombres y por supuesto los vocativos cariñosos. Te olvidaste el arma homicida: ese poema que me escribiste al empezar a abrazarnos. Pero como la delicadeza nunca ha sido una de tus virtudes, al irte, has ido dejando una estela de versos enjugados y de lacrimales nominales. La policía ya está en tu busca.

jueves, 17 de junio de 2010

Fiebre

Esta fiebre que lleva tu nombre
y me recorre el cuerpo,
este baile,
este concierto,
esta luz que me ciega
cuando me veo en ti.

Esta fiebre que lleva tu nombre
y me hace llorar
de alegría.

Versos pendencieros

Hay unos versos que me están
intentando hacer confesar.

Pero yo soy más fuerte
que la poesía.

Marina y el mar

Marina, por extraño y paradójico que resultara, nunca había visto el mar. Vivía en una zona cualquiera del interior y llevaba a cuestas la cruz de su nombre, mentiroso. Marina, se decía, y el eco de su mente le devolvía el aroma de la playa que había ido creando en su imaginario particular.
    Un día conoció a un chico muy guapo y muy alto, de ojos azules y manos enormes que se llamaba Julio, y que, pese a su nombre, había nacido en Febrero. Estuvieron toda la noche bromeando sobre lo desafortunado de sus respectivas onomásticas, y al final, como no podía ser de otra forma, acabaron conjugados en el asiento trasero del coche de él, y justo antes del primer orgasmo, Marina, mientras miraba fijamente los ojos de Julio le dijo: “así, así, mírame así, que me parece que ya estoy viendo el mar...”

miércoles, 16 de junio de 2010

A veces los sueños

A veces los sueños muerden,
y nos amputan miembros,
y nos requisan la vida
para venderla
en el mercado negro y oscuro
en el que la muerte compra
los materiales necesarios
para crear las pesadillas.

No eres humana

Jamás entenderé tu empeño en hacerme creer que eres humana. Me consta que hay quien se traga esa mentira, o esa broma. No sé dónde está el límite entre la mentira y la broma, pero no me gusta ninguna de las dos. Ni la mentira, ni la broma. Y menos, esa tuya. Yo no soy un cualquiera, y porque me sé de memoria cada rincón de tu cuerpo, o tal vez, a pesar de que me sé cada rincón de tu cuerpo, estoy seguro de que no eres humana. Sabes de sobra que sé que tus pezones son de plástico, y que tu ombligo es sólo una costura del disfraz. Y que tu lengua es de gomaespuma, y que tu saliva es sólo agua con gas.
No sé por qué te empeñas en perpetuar la mentira, cuando sabes que sé que tu encía está hecha de caramelo, y que tus dientes son en realidad teclas de piano (¿de verdad crees que no escucho la melodía que suena cuando masticas, o las sinfonías que se oyen cuando te beso?), y también que tu pelo, tan rubio y largo, no es más que oro rayado, y también que tus ojos son dos canicas chinas, de esas que tan cutres parecían cuando jugaba con ellas en el colegio, y que ahora se me antojan como las más bonitas del universo de las canicas.
Y no sé cómo hacerte comprender que conmigo no tienes por qué fingir, que te quiero tal y como eres, que no quiero una chica humana, y que si la quisiese, te habría buscado en un bar, o en una biblioteca, en vez de en una puesta de sol. No sé cómo hacerte ver que sé que los paréntesis que se te forman en la boca al sonreír los robaste de una novela de Marcel Proust, y que tus dedos en realidad son golondrinas aburguesadas a las que les gusta aferrarse a mis dedos cuando paseamos por la ciudad, y que en realidad eres todo gas, o todo líquido, eso último no lo sé con exactitud, y que tus labios son dos cojines pequeñitos, y que tu culo es un trozo de seda relleno de esos trocitos de no sé qué que salen de los peluches cuando se rajan.
Y a pesar de que sabes que sé todo eso, y mucho más, sigues con la inútil empresa de hacerme creer que eres humana, de que eres como cualquier otra. Pero bueno, cada uno se entretiene con lo que le apetece. Tú sigue intentando convencerme, que a mí no me importa pasarme el resto de mi vida desmontando tus absurdos argumentos.

domingo, 23 de mayo de 2010

Ritmo fúnebre

A un ritmo vertical,
insonoro,
a un ritmo insoportable,
casi mudo,
viene, sin venir,
la dama que me ahoga.

A ritmo de cornetas,
de cuatro por cuatro.

La muerte, tan viva,
se acerca a devorarme
a ritmo militar.

Se ha perdido una mujer y yo la he encontrado.

En el cartel ponía “desaparecida”, pero yo sabía que se había escapado. Por la mirada. Aquella foto te miraba como si quisiera salir del papel, con una mezcla de infelicidad y ganas de ver mundo. Estaba claro que no había sido secuestrada. Simplemente se fue, y por eso el cartel era cierto pero equívoco.

“Desaparecida”.

Cuando la encontré, simplemente me acerqué y le dije “¿me haces una foto?” y ella me la hizo y salí con una expresión entre insatisfacción y ganas de conocer países lejanos y cuando se la enseñé, ella en seguida lo comprendió todo y sonrió y aproveché su sonrisa para hacerle un retrato que pensé que podría venir acompañado de la palabra “encontrada”, y entonces sonreí yo también y ella me quitó dulcemente la cámara de las manos y congeló mi expresión para siempre.

En este momento hay dos sonrisas justo al lado del río de esta tierra de pescadores y saldría una foto preciosa los dos cogidos de la mano, pero no hay nadie más presente para retratarnos, y tampoco hace falta.

Karma

Como si el mundo supiera qué coño es el karma o le importara. Como si no fuera una más de tantas leyendas inventadas para que los estúpidos humanos mitifiquen su propio sufrimiento y lo doten de sentido. Pero el sufrimiento no tiene sentido. No hay un quid pro quo que compense nada. El sufrimiento es tuyo y te jodes. Si después llegan tiempos mejores, buena suerte, pero no le des las gracias al karma ni a su puta madre. El sufrimiento te lo ha causado algo o alguien. Si ese algo es una relación, arréglalo lo antes que puedas, porque no te va a servir de nada aguantar el tirón y redimirte. Cuanto más te agaches, más se te ve el culo, me decía mi padre, y tiene razón, como en tantas otras cosas. Es más, para lo único que te va a servir aguantar el tirón es para cambiar de bando la próxima vez que empieces a salir con alguien, y entonces no será el karma, sino Freud, quien te explicará por qué coño la relación está viciada desde antes de empezar, pretendiendo evitar los errores anteriores con una persona a la que toda esa mierda no le importa un carajo, porque también ella tiene sus propios errores anteriores que evitar. Y ahí estáis, avanzando con un cuidado supremo sobre aquellas cosas sobre las que podríais taconear sin que temblaran, y saltando sobre las vigas maestras que sostienen vuestras inseguridades, haciendo caer cascotes a montones que sepultan vuestros dos putos corazones.