martes, 26 de noviembre de 2013

Érase una vez una gata.

Érase una vez una gata que andaba a dos patas y quería con siete corazones, aunque tenía razones para no querer querer. Lloraba de risa por no reír de rabia. Miraba. Y hablaba. Sobre todo hablaba. De las siete vidas se reía porque ella tenía catorce, eso como mínimo, y le sobraban trece. Era una gata excepcional. Tenía una taza de humanos en la que bebía té, con T de taza, pero también de tiempo, de tiemblo y de tanto, pero sobre todo de tiemblo. Aderechaba las ensaladas de su futuro con mano izquierda, pasase lo que pesase. Érase una vez una gata que arañaba con garras de juguete, que miraba con ojos de no me ladres que te muerdo, de no me sonrías que te ronroneo. Una gata que marcaba el territorio a base de sonrisas. Érase una vez una gata en un mundo de perros. Una gata que bebía cerveza y leía a Benedetti, pero también a Auden, y densos ensayos sobre por qué las gatas son mejores que los gatos. Una gata cuyos ojos eran cuentos de Roald Dahl. 

Érase una vez una gata en un mundo de perros.
Érase una vez una gata a la que le regalé un libro de gatos.

martes, 11 de junio de 2013

Arranco la bici sin ganas.

     Arranco la bici sin ganas y pedaleo sólo por no estar parado. Avanzo, y el viento me da en la cara. No es una huída, puesto que no vengo de ningún sitio. No es un viaje, puesto que no voy a ninguna parte. Pedaleo y voy cada vez más rápido, y cuanto más rápido voy menos pienso en ti. 
     Se me cruzan señoras que pasean perros como el tuyo, chicos que van de la mano de chicas que no se parecen a ti aunque todas son tú, con niños que salieron de tu útero cuando aún eras virgen, y chavalas que llevan, ahora sí, tus mismas camisetas y tus mismos pantalones cortos. 
     Avanzo, pedaleo y avanzo. No llego porque no hay destino, pero no importa porque llego a una plaza y giro a la derecha, sin pensar, qué más da, no hay destino. Me cruzo con adolescentes que se besan sentados en bancos, y con niñas que juegan a no ser princesas, porque quién quiere ser princesa cuando puede mejor ser tú. Avanzo. Pedaleo. La bici no se cansa pero yo tampoco. Pedaleo. 
     Paro para encender un cigarro que me ayude a sacarte de mi cabeza, como si el humo fuese osmosístico, como si esa palabra existiera. Como si ‘tabaco’, ‘pantalones’, ‘útero’, o ‘tú’ significasen algo sin ti. Mierda. Me cago en la puta. Estoy en tu portal.