martes, 29 de junio de 2010

No voy a dejarte sola una vez más

No vas a estar solo ni un minuto más. Ya sé que metí la pata un par de veces, una como amante y otra como amiga, pero a la tercera va la vencida, como dicen los ignorantes que tanto aman las frases hechas y los refranes. A la tercera va la vencida, y esta vez me pienso portar tal y como te mereces. No vas a tener que sentir que me necesitas ni una vez más porque no voy a separarme de ti ni un segundo. En lo sucesivo, y te advierto que hablo muy en serio, sólo vas a tener que silbar.

Al carajo los teléfonos, retomemos la telepatía.

lunes, 28 de junio de 2010

Y no sabe...

Y no sabe si le da igual, o si va a vomitar de rabia...

sábado, 26 de junio de 2010

Retales de Paula


A Paula no le gusta demasiado la gente. La gente es ruin, y angustiosa, y muy interesada, y es por eso por lo que jamás se ha atrevido a iniciar ningún tipo de relación emocional con ningún hombre, ni con ninguna mujer. Siendo adolescente tuvo un novio, al que acabó espantando con sus negativas sexuales, su precoz excentricidad, y con su exigencia intelectual. Y con sus obsesiones. Sobre todo con sus obsesiones. Pero luego nada de nada. Ni siquiera una amiga. Paula siempre ha huido de los afectos importantes.

viernes, 18 de junio de 2010

Bécquer y nosotros

A veces pienso que tú y yo somos poco más que una concepción temporal, una forma de comprender nuestro presente, o nuestro futuro. El pasado no, porque no es lo suficientemente homogéneo, ni lo suficientemente violeta. A veces pienso en ti como en una mentira que nunca dije, una nube con forma de nube, o un hielo de más en el cubata, y es entonces cuando lo entiendo todo. Como por arte de magia, o como si fuera consecuencia de un giro inesperado en la trama de esta novela que es vivirte, soy consciente de ti, de mí, de por qué no, de por qué sí, de nuestra ruptura, de nuestro reencuentro, soy de pronto consciente de tu lengua, de tu ombligo, de tu cintura de quinceañera metida a universitaria, y sobre todo, soy consciente de tus encías.
Por eso, y no por otra cosa, cuando te cojo de la mano, el tiempo parece pararse. Y digo parece por usar un verbo copulativo, porque sé que son tus favoritos. Sé que te gusta disfrazarte de verbo copulativo para copular conmigo, y aunque no lo entiendo (yo prefiero las interjecciones), me resulta algo sumamente poético.

Al fin y al cabo, la poesía no es sino otra forma de concebir el tiempo, y por eso es que Bécquer tenía tanta razón.

El arma del crimen

Me desperté sin conciencia y estaba toda la sangre por el suelo: los adjetivos, los adverbios, los pronombres y por supuesto los vocativos cariñosos. Te olvidaste el arma homicida: ese poema que me escribiste al empezar a abrazarnos. Pero como la delicadeza nunca ha sido una de tus virtudes, al irte, has ido dejando una estela de versos enjugados y de lacrimales nominales. La policía ya está en tu busca.

jueves, 17 de junio de 2010

Fiebre

Esta fiebre que lleva tu nombre
y me recorre el cuerpo,
este baile,
este concierto,
esta luz que me ciega
cuando me veo en ti.

Esta fiebre que lleva tu nombre
y me hace llorar
de alegría.

Versos pendencieros

Hay unos versos que me están
intentando hacer confesar.

Pero yo soy más fuerte
que la poesía.

Marina y el mar

Marina, por extraño y paradójico que resultara, nunca había visto el mar. Vivía en una zona cualquiera del interior y llevaba a cuestas la cruz de su nombre, mentiroso. Marina, se decía, y el eco de su mente le devolvía el aroma de la playa que había ido creando en su imaginario particular.
    Un día conoció a un chico muy guapo y muy alto, de ojos azules y manos enormes que se llamaba Julio, y que, pese a su nombre, había nacido en Febrero. Estuvieron toda la noche bromeando sobre lo desafortunado de sus respectivas onomásticas, y al final, como no podía ser de otra forma, acabaron conjugados en el asiento trasero del coche de él, y justo antes del primer orgasmo, Marina, mientras miraba fijamente los ojos de Julio le dijo: “así, así, mírame así, que me parece que ya estoy viendo el mar...”

miércoles, 16 de junio de 2010

A veces los sueños

A veces los sueños muerden,
y nos amputan miembros,
y nos requisan la vida
para venderla
en el mercado negro y oscuro
en el que la muerte compra
los materiales necesarios
para crear las pesadillas.

No eres humana

Jamás entenderé tu empeño en hacerme creer que eres humana. Me consta que hay quien se traga esa mentira, o esa broma. No sé dónde está el límite entre la mentira y la broma, pero no me gusta ninguna de las dos. Ni la mentira, ni la broma. Y menos, esa tuya. Yo no soy un cualquiera, y porque me sé de memoria cada rincón de tu cuerpo, o tal vez, a pesar de que me sé cada rincón de tu cuerpo, estoy seguro de que no eres humana. Sabes de sobra que sé que tus pezones son de plástico, y que tu ombligo es sólo una costura del disfraz. Y que tu lengua es de gomaespuma, y que tu saliva es sólo agua con gas.
No sé por qué te empeñas en perpetuar la mentira, cuando sabes que sé que tu encía está hecha de caramelo, y que tus dientes son en realidad teclas de piano (¿de verdad crees que no escucho la melodía que suena cuando masticas, o las sinfonías que se oyen cuando te beso?), y también que tu pelo, tan rubio y largo, no es más que oro rayado, y también que tus ojos son dos canicas chinas, de esas que tan cutres parecían cuando jugaba con ellas en el colegio, y que ahora se me antojan como las más bonitas del universo de las canicas.
Y no sé cómo hacerte comprender que conmigo no tienes por qué fingir, que te quiero tal y como eres, que no quiero una chica humana, y que si la quisiese, te habría buscado en un bar, o en una biblioteca, en vez de en una puesta de sol. No sé cómo hacerte ver que sé que los paréntesis que se te forman en la boca al sonreír los robaste de una novela de Marcel Proust, y que tus dedos en realidad son golondrinas aburguesadas a las que les gusta aferrarse a mis dedos cuando paseamos por la ciudad, y que en realidad eres todo gas, o todo líquido, eso último no lo sé con exactitud, y que tus labios son dos cojines pequeñitos, y que tu culo es un trozo de seda relleno de esos trocitos de no sé qué que salen de los peluches cuando se rajan.
Y a pesar de que sabes que sé todo eso, y mucho más, sigues con la inútil empresa de hacerme creer que eres humana, de que eres como cualquier otra. Pero bueno, cada uno se entretiene con lo que le apetece. Tú sigue intentando convencerme, que a mí no me importa pasarme el resto de mi vida desmontando tus absurdos argumentos.