domingo, 23 de mayo de 2010

Ritmo fúnebre

A un ritmo vertical,
insonoro,
a un ritmo insoportable,
casi mudo,
viene, sin venir,
la dama que me ahoga.

A ritmo de cornetas,
de cuatro por cuatro.

La muerte, tan viva,
se acerca a devorarme
a ritmo militar.

Se ha perdido una mujer y yo la he encontrado.

En el cartel ponía “desaparecida”, pero yo sabía que se había escapado. Por la mirada. Aquella foto te miraba como si quisiera salir del papel, con una mezcla de infelicidad y ganas de ver mundo. Estaba claro que no había sido secuestrada. Simplemente se fue, y por eso el cartel era cierto pero equívoco.

“Desaparecida”.

Cuando la encontré, simplemente me acerqué y le dije “¿me haces una foto?” y ella me la hizo y salí con una expresión entre insatisfacción y ganas de conocer países lejanos y cuando se la enseñé, ella en seguida lo comprendió todo y sonrió y aproveché su sonrisa para hacerle un retrato que pensé que podría venir acompañado de la palabra “encontrada”, y entonces sonreí yo también y ella me quitó dulcemente la cámara de las manos y congeló mi expresión para siempre.

En este momento hay dos sonrisas justo al lado del río de esta tierra de pescadores y saldría una foto preciosa los dos cogidos de la mano, pero no hay nadie más presente para retratarnos, y tampoco hace falta.

Karma

Como si el mundo supiera qué coño es el karma o le importara. Como si no fuera una más de tantas leyendas inventadas para que los estúpidos humanos mitifiquen su propio sufrimiento y lo doten de sentido. Pero el sufrimiento no tiene sentido. No hay un quid pro quo que compense nada. El sufrimiento es tuyo y te jodes. Si después llegan tiempos mejores, buena suerte, pero no le des las gracias al karma ni a su puta madre. El sufrimiento te lo ha causado algo o alguien. Si ese algo es una relación, arréglalo lo antes que puedas, porque no te va a servir de nada aguantar el tirón y redimirte. Cuanto más te agaches, más se te ve el culo, me decía mi padre, y tiene razón, como en tantas otras cosas. Es más, para lo único que te va a servir aguantar el tirón es para cambiar de bando la próxima vez que empieces a salir con alguien, y entonces no será el karma, sino Freud, quien te explicará por qué coño la relación está viciada desde antes de empezar, pretendiendo evitar los errores anteriores con una persona a la que toda esa mierda no le importa un carajo, porque también ella tiene sus propios errores anteriores que evitar. Y ahí estáis, avanzando con un cuidado supremo sobre aquellas cosas sobre las que podríais taconear sin que temblaran, y saltando sobre las vigas maestras que sostienen vuestras inseguridades, haciendo caer cascotes a montones que sepultan vuestros dos putos corazones.