En el cartel ponía “desaparecida”, pero yo sabía que se había escapado. Por la mirada. Aquella foto te miraba como si quisiera salir del papel, con una mezcla de infelicidad y ganas de ver mundo. Estaba claro que no había sido secuestrada. Simplemente se fue, y por eso el cartel era cierto pero equívoco.
“Desaparecida”.
Cuando la encontré, simplemente me acerqué y le dije “¿me haces una foto?” y ella me la hizo y salí con una expresión entre insatisfacción y ganas de conocer países lejanos y cuando se la enseñé, ella en seguida lo comprendió todo y sonrió y aproveché su sonrisa para hacerle un retrato que pensé que podría venir acompañado de la palabra “encontrada”, y entonces sonreí yo también y ella me quitó dulcemente la cámara de las manos y congeló mi expresión para siempre.
En este momento hay dos sonrisas justo al lado del río de esta tierra de pescadores y saldría una foto preciosa los dos cogidos de la mano, pero no hay nadie más presente para retratarnos, y tampoco hace falta.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario