Me quitaste las ganas de seguir
follando, me robaste la virtud
virtuosa de la pelvis y el parchís,
la receta del orgasmo y el cus-cús.
Me dejaste pelada la nariz,
como la cáscara de un altramuz,
vacío, como un pistacho sin abrir,
como unos ojos que no despiden luz.
Te costó retenerme junto a tí,
aceptar que era sexo sin calor,
me costó el llorar después de ti.
Te costó seis vidas aquel desliz,
gatita negra que me arañó,
y yo no volví en Marzo a pisar Madrid.
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