Jamás entenderé tu empeño en hacerme creer que eres humana. Me consta que hay quien se traga esa mentira, o esa broma. No sé dónde está el límite entre la mentira y la broma, pero no me gusta ninguna de las dos. Ni la mentira, ni la broma. Y menos, esa tuya. Yo no soy un cualquiera, y porque me sé de memoria cada rincón de tu cuerpo, o tal vez, a pesar de que me sé cada rincón de tu cuerpo, estoy seguro de que no eres humana. Sabes de sobra que sé que tus pezones son de plástico, y que tu ombligo es sólo una costura del disfraz. Y que tu lengua es de gomaespuma, y que tu saliva es sólo agua con gas.
No sé por qué te empeñas en perpetuar la mentira, cuando sabes que sé que tu encía está hecha de caramelo, y que tus dientes son en realidad teclas de piano (¿de verdad crees que no escucho la melodía que suena cuando masticas, o las sinfonías que se oyen cuando te beso?), y también que tu pelo, tan rubio y largo, no es más que oro rayado, y también que tus ojos son dos canicas chinas, de esas que tan cutres parecían cuando jugaba con ellas en el colegio, y que ahora se me antojan como las más bonitas del universo de las canicas.
Y no sé cómo hacerte comprender que conmigo no tienes por qué fingir, que te quiero tal y como eres, que no quiero una chica humana, y que si la quisiese, te habría buscado en un bar, o en una biblioteca, en vez de en una puesta de sol. No sé cómo hacerte ver que sé que los paréntesis que se te forman en la boca al sonreír los robaste de una novela de Marcel Proust, y que tus dedos en realidad son golondrinas aburguesadas a las que les gusta aferrarse a mis dedos cuando paseamos por la ciudad, y que en realidad eres todo gas, o todo líquido, eso último no lo sé con exactitud, y que tus labios son dos cojines pequeñitos, y que tu culo es un trozo de seda relleno de esos trocitos de no sé qué que salen de los peluches cuando se rajan.
Y a pesar de que sabes que sé todo eso, y mucho más, sigues con la inútil empresa de hacerme creer que eres humana, de que eres como cualquier otra. Pero bueno, cada uno se entretiene con lo que le apetece. Tú sigue intentando convencerme, que a mí no me importa pasarme el resto de mi vida desmontando tus absurdos argumentos.
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